lunes, 19 de febrero de 2024

Homo no sapiens: la correcta ignorancia.


Una de las preguntas que me he hecho a lo largo de mi vida es: ¿Hay libertad en nuestra sociedad? Desde siempre me han dicho que sí, que tú puedes hacer lo que quieras, decir lo que quieras – dentro de lo éticamente aceptable – y no pasará nada. Sin embargo, conforme he ido creciendo, he observado como esa afirmación quizá no fuera tan cierta como yo creía, al menos era digna afirmación de ser sometida a un cuestionamiento razonado.

Personalmente, me permito siempre dudar sobre cuestiones tales como el tema de la libertad social que tenemos las personas en España. A medida que he ido creciendo y pasando por diferentes etapas de mi vida: infancia, adolescencia, juventud, adultez. He ido dándome cuenta de lo radicalizados y polarizados que estamos respecto a cuestiones de nuestro día a día. Desde preguntas típicas e “inofensivas” que podían hacerte familiares cuando eres pequeño, tales como: ¿Eres del Madrid o de Barça? Hasta preguntas más serias: ¿A qué partido político vas a votar? ¿Eres de izquierdas o de derechas?

Cuando a mí me hacían, y hacen, esas dos preguntas que acabo de señalar; respecto la primera de ellas, cuando era pequeño, me asaltaba serias dudas sobre que elegir, así que me decantaba por el Real Madrid; no porque me gustara el equipo, sino porque la equipación me resultaba más agradable visualmente. Luego, a medida que he ido creciendo, me he dado cuenta de que el fútbol no es un deporte que me atrae, con lo que mi respuesta se fue haciendo más clara: no me gusta el fútbol.

Respecto a las preguntas sobre política ya era, y es, algo más complejo. Cuando era más joven mi idea de la política comulgaba más con la izquierda. Sin embargo, a día de hoy, no lo tengo tan claro, pues las conclusiones que saco van siempre balanceándose de un lado hacia el otro. Y eso, en ciertas ocasiones, me pone en aprietos. Por ejemplo, cada cuatro años, cuando hay campaña electoral, me resulta extremadamente difícil saber a quién voy a votar. Empieza entonces un largo y complejo proceso de lectura de programas electorales y análisis de los mismos, que me llevan a buscar los pros y contras de este o aquel partido político, hasta finalmente llegar a la conclusión que el partido que merece mi voto es…

En otras palabras, no puedo dar una respuesta fácil si no sé de qué me están hablando. No puedo, tampoco, criticar algo que desconozco (o a alguien) simplemente por lo que escucho de terceros ¿no hay un refrán que dice: “no te fíes de lo que escuches y de lo que veas la mitad”? Entonces, ¿por qué la gente prefiere limitarse a seguir un eslogan, una idea preconcebida o un color? La realidad es que se ha perdido la capacidad de reflexionar, nuestro espíritu crítico hace tiempo que pasó a mejor vida. Es fácil ver lo que nos produce rechazo en lo ajeno, pero ¿podríamos sacar también algo bueno de eso que rechazamos y ver en que medida nos afecta alejándonos de la opinión ajena?

El autor Antony Beevor, en su libro Revolución y Guerra Civil 1917 – 1921: Rusia, dice lo siguiente con relación a como los bolcheviques preparaban sus discursos en el año 1917:

En una época en que las masas apenas tenían formación política, una de las ventajas de los bolcheviques era que sus oradores no intentaban convencer a la audiencia mediante argumentos, sino por la simple repetición de eslóganes (una tendencia que, dicho sea de paso, todavía parece funcionar).

(Beevor, 2022, pp. 118 – 119)

No podría estar más de acuerdo, solo es necesario pararse un segundo en nuestro día a día para darnos cuenta de que siempre se dice la “verdad”; da igual a donde vayas, da igual lo que hagas, da igual lo que digas, la “verdad” siempre será tu fiel compañera de viaje. Apenas sale una conversación (política, deporte, cine, etc.) y poca gente se limita a adoptar una postura crítica respecto al tema en cuestión. Simplemente, se limitan a repetir una serie de consignas, ideas, datos que, en la mayoría de los casos, ni siquiera se han limitado a contrastar, creyendo que eso es lo que está socialmente aceptado y no puede existir ninguna otra alternativa posible. Luego nos extrañamos cuando escuchamos ciertas consignas como las defendidas por los terraplanistas, que la medicina homeopática realmente nos curaba de cualquier dolencia o que vacunarse del covid era malo porque nos introducían chips de seguimiento (como si no estuviéramos ya suficientemente acosados y geolocalizados con nuestros queridos móviles de ultimísima generación).

Por otra banda, la rápida evolución tecnológica llevada a cabo entre la primera década de los años 2000 hasta hoy, ha dado lugar a que la sociedad cada vez se encuentre más anestesiada y estupidizada respecto a todo lo que le rodea. Aunque las redes sociales y los últimos modelos de móviles nos han hecho la vida mucho más fácil, en algunos aspectos, también han contribuido a hacer que nuestro cerebro deje de reflexionar sobre lo que nos rodea y simplemente se limite a generar dopamina por ese like en esta o aquella red social, haciéndonos auténticos drogadictos tecnológicos. Esta o aquella cuestión que antes se podía desmentir a través de la lectura, comparación y crítica de teorías de diferentes autores, a día de hoy se encuentra limitada a que lleguemos a creernos cualquier cosa por el simple hecho de que nuestro influencer, youtuber o streamer de cabecera también defiende esa forma de pensar (quizás errada o quizás no). Y como no, si ellos lo dicen, es PALABRA DE DIOS (no es de extrañar que el mundo de la política y los nuevos gurús new age aprovecharan semejante filón de oro).

Por esa razón, debemos levantar la cabeza ante el mundo que vivimos. Debemos ser profundamente críticos con todo lo que nos rodea y no limitarnos simplemente a buscar y creernos la información que “nos gusta”. Debemos huir de las respuestas fáciles y preguntarnos siempre el porqué de las cosas. Solo de esta manera lograremos huir de esa estupidización a la que nos tienen sometidos. Como bien afirmó Arturo Pérez – Reverte una vez en Twitter (actual X): “Junte a un malo con 1.000 tontos y tendrá usted 1.001 malos. Es simple historia de la humanidad”. No podría estar más de acuerdo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las Tsubas: pequeñas obras de arte en el Japón feudal.

     La katana japonesa es probablemente la espada más famosa de todo el mundo. Un arma de gran belleza que era portada con honor por l...